Columna de opinión: “Acoger el don de la vida"
Carolina Salinas - Directora Centro UC de la Familia y abogada
“…Y veo en sus entrañas el germen de un árbol magnífico,
el árbol de mi propia vida en proceso de desarrollo. En su pequeñez,
cada semilla contiene el espíritu del árbol que será después” (Jorge Bucay)
En un país como Chile en que las tasas de natalidad se han mantenido a la baja desde hace décadas, y en el que la protección de los niños más vulnerables parece no tener una solución eficiente a través del procedimiento de adopción, resulta necesario una reflexión permanente sobre el valor de la vida de los más pequeños y el lugar que ellos ocupan en las preocupaciones públicas.
El día 25 de marzo se celebró en nuestro país el día del niño que está por nacer y la adopción, instituido en 2013 por la Ley 20.699, y que inspira estas líneas con la finalidad de volver una vez más la mirada sobre el valor de todo ser humano desde el momento de la concepción y cómo ese valor se traduce en que desde antes de su nacimiento ya goza de una protección especial del derecho.
Numerosos Tratados Internacionales suscritos por Chile protegen a la vida desde antes de nacer, así lo señala, por ejemplo, la Convención sobre los Derechos del Niño. En su artículo 7°, define que los ‘Estados Parte reconocen que todo niño tiene derecho intrínseco a la vida’… ‘estos Estados garantizarán, en la máxima medida posible, la supervivencia y el desarrollo del niño’. El preámbulo de la Convención afirma que ‘el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidados especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento’.
Nuestro ordenamiento jurídico lo refrenda a nivel constitucional y legal, además protege la madre que lo gesta, la ley laboral lo hace cuando dispone un estatuto complejo de protección a la madre trabajadora, en materia de políticas y programas públicos lo hace, cuando mantiene desde hace años un exitoso programa Chile Crece contigo asegurando universalmente esa protección al no nacido a través de la protección de la salud materna, haciendo partícipe además al padre de la tríada que es presupuesto para el mejor desarrollo de ese niño.
Es indudable que ocuparnos por la igualdad de oportunidades para el bienestar y mejor desarrollo de todos implica considerar que la salud de las personas comienza antes de nacer, y que, asegurar las mejores condiciones prenatales permite potenciar todas las cualidades y habilidades que se manifestarán en la vida adulta. La pregunta está entonces, en cómo avanzamos en materializar el reconocimiento a esa protección especial, por parte de la familia, el Estado y la sociedad.
El primer desafío es mostrar la vida que inicia como un regalo no disponible, que todo ser humano por su dignidad intrínseca tiene derecho a la vida, a la salud, a ser parte de una familia, a formarse y a desarrollarse en un ambiente favorable. Lo segundo y no menos importante, es asegurar a todos las condiciones de vida adecuadas para que esa vida, desde sus primeros estadios de desarrollo en el vientre materno hasta la muerte natural, pueda enfrentar y sortear con éxito las etapas vitales en un país que cuida y enaltece a los inocentes, vulnerables e indefensos. La invitación es a convertirnos en ese país.