El pasado jueves 5 de agosto finalizó el ciclo de charlas COVID-19: Entre Soledad y Duelo, organizado por el Centro UC de la Familia y donde destacados profesionales de la salud y de lo espiritual analizaron y reflexionaron distintas temáticas de cómo experimenta el sufrimiento las personas y las familias debido a la pandemia.
En la primera sesión, titulada ¿Cómo experimenta el sufrimiento la persona?, el profesor de Teología y del Centro de Bioética UC, Paulo López, abordó el tema de las relaciones humadas donde recalcó que para tener un buen vivir y alcanzar los cien años es necesario que las personas mantengan relaciones cercanas y que cuenten con apoyo en momentos que lo necesiten. Sin embargo, aclaró que desde que comenzó la pandemia las relaciones cercanas y la integración social “se han visto deprimidas”, sobre todo en los adultos mayores.
“El COVID trajo aislamiento para prevenir los contagios, primó la seguridad colectiva versus el bienestar individual con las cuarentenas; los cuidados paliativos fueron relegados a segundo plano, nos dimos cuenta que los recursos en salud son limitados y que la atención se centró en la enfermedad del paciente y no en el paciente”, afirmó el académico.
La segunda sesión, titulada ¿Por qué el COVID-19 ha detonado las experiencias de soledad y duelo?, estuvo a cargo del Capellán del Hogar de Cristo, José Yuraszeck, quien detalló cómo la enfermedad producto de este virus y la muerte producto del mismo han sido relevantes durante esta pandemia en todo el mundo y se han dado de una manera distinta a cómo estábamos acostumbrados a vivirlas.
“Algo muere en cada cual cuando alguien cercano se muere. Esto refleja el carácter sustancial y constitutivo de los vínculos. Somos con otros. La muerte abrupta y en soledad, sin posibilidad de despedirse, ha ocasionado mucho dolor”, reflexionó el Capellán.
La tercera charla se tituló ¿Cómo acompañar las experiencias de duelo? y también estuvo a cargo del profesor de Teología y del Centro de Bioética UC, Paulo López. En la ocasión se refirió al dolor, la muerte y el duelo e indagó sobre los tipos de duelo y los pasos que la persona necesita a la hora de vivir la experiencia de pérdida a través de las llamadas 4R: Reconocer, Recordar, Reconstruir y Resignificar.
“El que vive con miedo a la muerte deja de vivir la vida y nuestra vida se transforma en evitar nuestra existencia y, por lo tanto, en evitar disfrutar”, detalló el académico.
La cuarta sesión se tituló Acompañamiento en tiempos de COVID: Lo que sabíamos y lo que aprendimos, y estuvo a cargo de la coordinadora de la Unidad de Cuidados Paliativos de la Red Salud UC-CHRISTUS y académica de la Escuela de Enfermería UC, Aintzane Gallastegui. En la ocasión analizó la complejidad de vivir con una enfermedad avanzada, sobre todo desde la perspectiva de la persona que está a cargo del enfermo y cómo la pandemia ha afectado.
Asimismo, reflexionó sobre los momentos en que una persona está enferma y espera llegar acompañada y cómo una enfermedad avanzada genera un sufrimiento en su entorno.
“Muchas veces hablamos de la muerte como un hito, en un segundo estamos, y al siguiente ya no. Sin embargo, la invitación es poder verla como parte de la vida (…) habitualmente es un tema tabú y la pandemia nos hizo ver la muerte todos los días al prender la televisión, la radio, al ver los medios de comunicación y las redes sociales”, señaló Gallastegui.
Finalmente, la quinta charla titulada El Duelo y la Soledad en la Niñez, mucho que aprender, estuvo a cargo de la profesora de la Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales, Cecilia Aretio. En su presentación, la académica explicó la importancia de “acompañar, compartir tiempo y espacio con otro ser de forma física y emocional, intencionando presencia amorosa y sostenida sin invadir” en tiempos complejos como los que actualmente estamos viviendo.
Además, agregó que en el caso de sufrimiento y afrontamiento de duelos en la población infantojuvenil, las personas adultas tienen la responsabilidad de estar disponibles para ayudar a afrontar el proceso debido a que se trata de un segmento etario “muy vulnerable al estrés y al estar silenciados” y cuyas secuelas se pueden transformar en “aislamiento social, depresión y ansiedad”.
Por último, aconsejó a tener siempre presente el autocuidado y cuidado de la familia reforzando la “necesidad de implementar prácticas para contrarrestar los efectos adversos del estrés crónico en el hogar”. En este sentido, sostuvo que lo ideal es “ajustar las expectativas y ocuparse de lo esencial, destinar tiempo a estar juntos y comunicarse, incorporar rutinas saludables de ejercicio físico o meditación diarias, y mantener vivo el contacto afectivo-social con redes de apoyo familiar o de amistades”.